¿PODRÁ OBAMA? PARTE II

Terminaba la primera parte de este artículo sobre Obama con una pregunta: “¿Contará Obama con tantos apoyos y complicidades?”

Ser presidente del país más poderoso del mundo, además de la lógica responsabilidad inherente al cargo, debe arrostrar un efecto colateral muy difícil de digerir: la inmensa soledad del líder. Las representaciones gráficas de una estructura de poder siempre son piramidales y, en el vértice del triángulo, está la figura solitaria del jefe.


Por muchos asesores que tenga, por mucho que su Gabinete sea el mejor formado, preparado y comprometido, al final, Obama estará solo. Y las decisiones que tome le competerán y le comprometerán a él y sólo a él. Personalmente. Porque él ha prometido cambiar el mundo y a él se le va a exigir que lo cumpla. A él solito.


Y el reto, por supuesto, no es pequeño. ¿Has leído ustedes todas las cosas que se están escribiendo estos días? Parece que un nuevo Mesías se haya hecho carne, presto a ocupar la Casa Blanca. A título de ejemplo, Peter Singer, Catedrático de Bioética de Princetown señala que “el presidente electo debe hacer cambios en Guantánamo, Irak, África y el medio ambiente.” Ahí es nada. Para Lluís Bassets, “El futuro presidente no tiene tiempo que perder ni se puede permitir error alguno”.

El propio Obama parece tenerlo claro: “Mientras disfrutamos esta noche, sabemos que los retos que nos traerá el día de mañana son los mayores de nuestras vidas: dos guerras, un planeta en peligro, la peor crisis financiero desde hace un siglo.”


Y, sin embargo, creo que equivoca cuando supone que la gente se va a movilizar: “Así que hagamos un llamamiento a un nuevo espíritu patriótico, responsable, en que cada uno eche una mano y trabaje más y se preocupe no sólo de uno mismo sino también del otro”.

Con resonancias al mítico discurso de Kennedy: “conciudadanos del mundo: preguntad, no qué pueden hacer por vosotros los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre”, creo que la historia se ha encargado de demostrar que no. En la fiesta y la celebración, todos somos uno. Pero, a la hora de trabajar, estamos solos. Y a la hora de exigir responsabilidades, siempre miramos hacia arriba. Y arriba, arriba del todo, en lo más alto y completamente solo, está Barack Hussein Obama.

Y, sin embargo, no podemos sospechar que el presidente electo de USA es un cándido. Me gusta una frase de su autobiografía “Los sueños de mi padre”, brillantemente editada por la editorial granadina Almed: “Lo que más me choca cuando pienso en la historia de mi familia es su inocencia constantemente puesta a prueba, una inocencia inimaginable incluso a los ojos de un niño.”

Ojalá que Obama haga bueno el sentido de su nombre. En árabe, la palabra Baraka significa “bendición divina” y, en general, tener baraka es sinónimo de suerte y buena fortuna. Pues eso. Que la mejor Baraka acompañe a Obama.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros..

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