«¿Mamá, cuáles son los mantecados que me gustan a mí, que no me acuerdo?»

Buenas, soy Emilio Calatayud. Un deseo para este 2017 que acaba de empezar: vamos a esforzarnos para que nuestros hijos se esfuercen, valga la redundancia. En otras palabras, que tenemos unos niños ‘mu’ flojos. Se están criando entre algodones y, claro, lo duro les molesta. Y la vida también es dureza y molestias. Os lo explico con un ejemplo que me contó una amiga y en el que seguro que más de una se ve retratada. Acababan de terminar una comida navideña con invitados y mi amiga ofreció mantecados. Entonces, su hija adolescente dijo con voz lánguida: «Mamá, yo sí quiero uno, ¿pero cuáles son los mantecados que me gustan a mí, que no me acuerdo?».  Vamos, que la niña no se había molestado ni en memorizar lo que gustaba. Uff, tanta flojera no puede ser buena. Los niños tienen que hacer las cosas por sí mismos, porque sino los convertimos en inválidos para la vida. Que no te acuerdas del polvorón que te gusta, pues no comes polvorón y punto.

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