Si voy al médico quiero que me toque y que me diga que diga 33, pero ya no se lleva

Buenas, soy Emilio Calatayud. Diréis que soy antiguo y que ya no se lleva, pero cuando voy al médico me gusta que me toque, que me palpe, que me haga sacar la lengua y que me diga que diga 33. Uno es que es así de raro. O de nostálgico. No quiero que esto se entienda como una crítica a los médicos así en general, porque no sería justo. Pero eso de que llegues a una consulta, digas los síntomas y te manden análisis sin tocarte siquiera me parece frío. ¿Y qué fue de los estetoscopios? Ese frío, el del contacto de dicho cacharro con la piel, sí me gustaba. Era un frío cálido. Estamos perdiendo calidez humana. Y no sólo en la medicina, insisto. También en el mundo de la comunicación, me gustan los periodistas que escuchan y no corren a contar algo sin ni siquiera haberlo digerido. Y si alguna vez tengo que ponerme delante de un juez, también querría que me escuchase, que intentara conocerme aunque fuera sólo un poco… Y como eso, todo. Menos ‘guasap’ y más tocarnos, más calidez, que ya está aquí el invierno y no hay mejor estufa que el calor humano.

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