«¡A que te doy dos hostias y te quito el estrés!»

Buenas, no soy Emilio Calatayud, sino Carlos Morán, el compañero de blog del juez. Aquí va una historia real en la que se mezclan el estrés y la educación, o, mejor dicho, la falta de educación. Una mujer aparca en doble fila en una calle de Granada que separa dos centros educativos. Va con dos niños pequeños: un bebé de pocos meses y un niño de cuatro o cinco años. Al aparcar en doble fila, nuestra protagonista lía un caos de todos los demonios, pero ella no se mueve. Pasan tres o cuatro minutos y uno de los conductores atrapados toca la bocina. La mujer sale del coche y delante de sus niños y de todo el mundo dice lo siguiente a grito pelado: «¡A que te doy dos hostias y te quito el estrés!». Luego vuelve a subir a su automóvil y sigue en doble fila. Ya nadie pita: los atrapados están acongojados. Pasan cinco minutos y el lío se diluye por sí solo. Nuestra ‘amiga’ ni se ha movido. ¿A qué esperará? La respuesta llega de inmediato: quería dar la vuelta en la calle para cambiar de dirección sin tener que ir hasta una rotonda que estaba a unos treinta metros. Hace la ‘pirula’ y se marcha a toda velocidad. Los niños lloran. No me extraña. Como dice don Emilio: ‘Bastante bien salen algunos críos con los padres que tienen’.

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